Plutarco conocía bien la obra de Epicuro, y es fidedigno citando los textos epicúreos, pero a veces
omite datos e ideas que sin duda sabía, y otras veces los interpreta a su conveniencia. Tanto es
así, que llega a contradecirse en un tema tan cercano a él como es el de la religión, y en concreto
en el tratamiento de la dicotomía superstición / ateísmo; y esto ocurre básicamente porque, en
un momento determinado, le conviene sostener otra cosa que encaje mejor en su argumentación
antiepicúrea.